En la antiguedad los alimentos se preparaban en grandes cocinas públicas o se usaba un espacio central de la vivienda con un hueco en el techo para la extracción de humos. Las clases altas tenían la cocina en habitaciones separadas. La preparación de alimentos se realizaba en el suelo. El fuego de la cocina también sirvió como fuente de luz y calor. Los primeros fogones aparecen en Japón entre el siglo III a VI. Llamados kamado, eran alimentadas con madera o carbón de leña.
Las cocinas medievales eran osucras, llenas de humo y hollín. De ahí su nombre de “cocinas de humo”.
Con la llegada de la chimenea, el hogar se trasladó desde el centro de la habitación a una pared. Avances como el asador giratorio de Leonardo da Vinci se utilizaron en los hogares más ricos. Poco a poco, la cocina perdía su función de calefactor al trasladarse a otras estancias.
La industrialización trajo cambios importantes en la cocina. Aparecieron fogones de hierro, que cerraban el fuego por completo. Los primeros modelos incluyen un fogón de hierro de B. Franklin (1740) que sustituyó gradualmente a la chimenea tradicional. En 1800, el inglés Benjamin Thompson diseño el fogón Rumford, más eficiente aunque únicamente válido para grandes cocinas.
El fogón de gas apareció en 1825. Las ciudades comenzaron a planificar la distribución y construcción de tuberías de agua en los hogares. Hacia el siglo XIX los progresos técnicos, como lo fueron la batería de cocina y sobre todo el horno, transformaron las cocinas en casi en laboratorios.
En el siglo XX, la electricidad se convertió en una alternativa al gas. La primera cocina eléctrica se presentó en 1893 en la Exposición Mundial de Chicago, pero no se generalizó hasta 1930. En los hogares pobres los fogones de carbón siguen siendo la norma hasta la mitad del siglo XX.
Con la aparición de fregaderos, desagües y tubos de humos conectados a la chimenea la cocina se convirtió en un espacio mucho más limpio. La clase media trató de imitar los estilos de restaurantes de lujo de la clase alta de la mejor manera que pudo. La cocina era la habitación primincial en los pequeños apartamentos y era el lugar de vida familiar. La sala de estar se guarda para ocasiones especiales.
Durante el siglo XX, las investigaciones principalmente en el campo de la electricidad y la termodinámica desembocaron en un sinfín de maquinaria complementaria a la preparación y conservación de los alimentos.
El taylorismo (gestión efectiva de procesos) se aplicó también en la cocina. La marca de cocinas alemanas Poggenpohl (1892) se caracteriza por una mejor ergonomía. Los espacios de almacenamiento fueron adoptados posteriormente por Margarete Schütte-Lihotzkyde en 1926 en la conocida “cocina de Frankfurt”, diseñada para optimizar el trabajo y reducir el tiempo de cocción. A partir de 1950 la cocina es vista como un lugar de trabajo separado de las zonas de estar. Al equipo de cocina se le agregó el refrigerador como un elemento estándar. En los 60 se generaliza el modelo de cocina sueca, con de muebles con frentes de madera para los muebles de cocina.
En 1969 Luigi Colani diseña la cocina satélite (de la que deribó más tarde la cocina de bloque o isla) para la casa Poggenpohl. A partir de 1980, la perfección en la campana extractora permitie una cocina abierta más o menos integrada que desembocó, en algunos casos, en el reencuentro de cocina y salón junto con un cambio de percepción en la cocina: cada vez más, la cocina se veía como algo creativo.
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